lunes, 4 de julio de 2016

Qué no es un diccionario. Anotaciones sobre la RAE y movimientos sociales

Observo sorprendido cómo suele adscribirse a lingüistas (o a la lingüística) lo que la propia disciplina no consideraría de sí misma.

Muy especialmente si abrimos el debate en referencia a jerga, movimientos sociales, dialectos e identidades; o bien filosofía del lenguaje, interaccionismo simbólico o postestructuralismo.

Tan importante es saber qué es un diccionario como saber qué no: las palabras están cargadas de poder y reclamarse único dueño de estas tan sólo discurriría hacia un reduccionismo.

"... necesita referirse aquí la Academia a las frecuentes demandas que recibe para eliminar del Diccionario ciertas palabras o acepciones que, en el sentir de algunos, o reflejan realidades sociales que se consideran superadas, o resultan hirientes para determinadas sensibilidades... pero no siempre puede atender a algunas propuestas de supresión, pues los sentidos implicados han estado hasta hace poco o siguen estando perfectamente vigentes en la comunidad social. Del mismo modo que la lengua sirve a muchos propósitos, incluidos algunos encaminados a la descalificación del prójimo o de sus conductas, refleja creencias y percepciones que han estado y en alguna medida siguen estando presentes en la colectividad. Naturalmente, al plasmarlas en un diccionario el lexicógrafo está haciendo un ejercicio de veracidad, está reflejando usos lingüísticos efectivos, pero ni está incitando a nadie a ninguna descalificación ni presta su aquiescencia a las creencias o percepciones correspondientes. Se diría que existe la ingenua pretensión de que el diccionario pueda utilizarse para alterar la realidad. Mas lo cierto es que la realidad cambia o deja de hacerlo en función de sus propios condicionamientos y de su interna dinámica; cuando cambia, se va modificando también, a su propio ritmo, la lengua que es reflejo de ella; y es finalmente el diccionario —en la culminación del proceso, no como su desencadenante— el que en su debido momento ha de reflejar tales cambios".

En este sentido, según sus Estatutos y reglamento (2014), recuérdese que "mantener al día el diccionario común de consulta general" (p. 36) es tan sólo (ni más, ni menos) una de las actividades que RAE lleva a cabo "para el cumplimiento de sus fines" (p.35):
"tiene como misión principal velar porque los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico" (p. 9).
"tiene por misión principal velar por la unidad de la lengua española" (p. 35)
"4. tr. Observar atentamente algo".
"7. intr. Cuidar solícitamente de algo".
Por ejemplo, ayer me crucé con obsequiar, cuyo segundo y último significado es “Enamorar, requebrar a una mujer, galantear” (2016, DRAE): obviaré comentarios.

Rehilando lo expuesto, el diccionario (DRAE) sencillamente es un instrumento importante a la hora de observar o cuidar que los cambios de la lengua, coherentes con necesidades lingüísticas en sus hablantes, mantengan la unidad inherente a una lengua; lo cual empieza reconociendo cada una de sus diversas manifestaciones.

De hecho, segundo ejemplo, todo ello se hace especialmente claro en torno al leísmo: la web del Diccionario panhispánico de dudas aclara sobre gramática en torno a "la norma culta del español estándar", pero "admite" algunas formas de leísmo (reconociendo la extensión de su uso y referentes literarios e históricos). El resto de leísmo "se desaconseja en el habla culta". De hecho, comenta su surgimiento en Castilla durante la Edad Media, no suficiente extendido como para calar en Andalucía ni, por ende, Canarias o Hipanoamérica. Lejos de concluirlo, ilustra la complejidad del tema en torno a tipos de verbos y la influencia de otras lenguas (inglés, quechua,  aimara,  guaraní y vasco); en distintos países.

Así, un diccionario no niega el uso válido y legítimo de otros significados lingüísticos emergentes; es decir, registrar nuevos términos o significados es más una consecuencia del cambio social que el cambio social en sí mismo. No se recogen las actuales y emergentes manifestaciones lingüísticas, diversas en torno a identidades, géneros o prácticas sociales; tampoco relativas a recientes posicionamientos político-ideológicos. Si bien, muy importante, tampoco niega su uso lingüístico legítimo y, congruentemente, válido. Sencillamente, se requiere tiempo y criterio para diferenciarlo de usos lingüísticos particulares o modas, los cuales no precisan ser incluidos como uso normativo de la lengua.

Si una comunidad o colectivo asume jerga como discurso propio, un diccionario ni connota ni intenta negar esos usos lingüísticos legítimos, con frecuencia frutos de nuevas necesidades lingüísticas.

Véase, por ejemplo, el siguiente listado de identidades degénero, las cuales deben tener distinto grado de normalización lingüística, en relación a cada respectiva evolución socio-histórica.


Referencias
RAE (4/07/2016). DRAE (Diccionario de la RAE).

jueves, 7 de mayo de 2015

#Queer #Gramática: Chicas masculinas (la parodia como estrategia queer)

NOTA: post recuperado de mi colaboración con el twitter @Espaciolesbia (2012). Este artículo es de mi autoría.
LINK PESTAÑA SOBRE LESBIANISMO
[4 post agrupados como "Género como gramática y su transgresión"]

La masculinidad en lesbianas suele ser una marca semejante a la feminidad en gays, no sólo por tener un algo del otro sexo o género, sino por lo que ello implica.

<< Chicas masculinas es una paradoja para la observación >> y de este enunciado podemos aclarar al menos dos puntos y una estrategia queer.

Primero, sobre la observación, una paradoja se nos presenta a la vista como algo ilógico, ser y no ser al mismo tiempo; acaso la contradicción de dos opuestas juntas (ser chica y la masculinidad en este caso).

Sin embargo, debemos aceptar que, cuando observamos, la realidad es tal cual y la contradicción sólo puede estar en nuestro marco interpretativo. Creemos ver, nuestro conocimiento cree discernir con la vista; pero la visión retorna hacia nosotrxs mostrándonos una contradicción que sólo puede partir en quien mira. O bien nos equivocamos, o bien vemos algo que no existe.

Observar implica discernir cosas a partir de nuestra manera de conocer, de modo que en realidad las paradojas nos hablan más de quien observa que de lo observado. Rompen con el sentido común del que partimos, cuando la evidencia nos muestra con crudeza que carecemos de verdades sino de interpretaciones.

Por tanto, algunas personas al leer este post habrán tenido una impresión de paradoja desde el principio, de contradicción al hablar de chicas y de masculinidad; para otras personas esta aparente contradicción forma parte de su sentido común y poco o nada pudiera sorprenderles.

Segundo, sobre la paradoja en la práctica del género; si ser femenina corresponde a chicas y ser masculino a chicos, ¿cómo pueden confluir ambas en una sola persona? Así, chicas masculinas muestra al observador 1) que su interpretación sobre dos géneros opuestos es falsa, 2) que la masculinidad no es exclusiva de hombres. El marco interpretativo crea visiones tan falsas que pueden verse los dos géneros a la vez.

Por cierto, la parodia (imitar con cierta ironía) es una de las principales estrategias de activismo queer. Dado que no podemos elegir las normas o prácticas de género que nos anteceden y constituyen, sí podemos al menos durante nuestra puesta en escena (como actores/actrices sociales) retorcer estas creencias/normas/prácticas sobre sí mismas para obligar a observadorxs a falsar su marco interpretativo.

Ser masculino no es propiedad ni rasgo natural de hombres, tampoco de lesbianas; no es propiedad de nadie sino una puesta en escena, un juego de impresiones.

Resumiendo, << chicas masculinas es una paradoja para la observación >>, ya que insta a quien observa a valorar que, o bien ve algo irreal, o bien su marco interpretativo es falso; de este modo el género es parodiado mostrando su propia falsedad.


Sin embargo, recuérdese que cambiar las creencias sobre unx mismx y nuestra relación con el mundo es lento y doloroso; también para quien observa.